Érase una vez, una mujer que realmente quería un niño pequeño pero no sabía cómo conseguir uno. Visita a una vieja bruja y le dice: "Realmente quiero un niño pequeño. ¿Puedes decirme dónde encontrar uno?" La bruja responde: "Puedo hacer eso. Aquí tienes una semilla especial de cebada. No es del tipo que crece en los campos o que comen los pollos. Plántala en una maceta, y verás algo asombroso." La mujer agradece a la bruja, le paga doce peniques y se va a casa. Planta la semilla de cebada, y pronto crece una gran flor. Parece un tulipán, pero sus pétalos están cerrados como un capullo. La mujer dice: "Qué flor tan hermosa," y besa sus pétalos rojos y amarillos. Al besarla, la flor se abre. Dentro, en un taburete verde, se sienta una niña diminuta, tan delicada y bonita como puede ser. Solo mide lo que una articulación del pulgar, así que se llama Pulgarcita. La mujer le da una hermosa cáscara de nuez como cuna, hojas de violeta azul como colchón, y una hoja de rosa como manta.