Una hermosa tarde, una joven princesa se puso su sombrero y zuecos y salió a dar un paseo sola por un bosque. Cuando llegó a un fresco manantial de agua que surgía en el medio, se sentó a descansar un rato. Tenía una bola dorada en la mano, que era su juguete favorito. Siempre la lanzaba al aire y la atrapaba de nuevo al caer. Después de un tiempo, la lanzó tan alto que no pudo atraparla al caer. La bola rebotó y rodó por el suelo hasta que finalmente cayó en el manantial. La princesa miró dentro del manantial buscando su bola, pero era muy profundo. Era tan profundo que no podía ver el fondo. Comenzó a lamentar su pérdida y dijo: "Ay, si pudiera recuperar mi bola, daría toda mi ropa fina y joyas y todo lo que tengo en el mundo." Mientras hablaba, una rana asomó la cabeza del agua y dijo: "Princesa, ¿por qué lloras tan amargamente?" "Ay," dijo ella, "¿qué puedes hacer por mí, rana asquerosa? Mi bola dorada ha caído en el manantial." La rana dijo: "No quiero tus perlas, joyas ni ropa fina. Pero si me amas, me dejas vivir contigo, comer de tu plato dorado y dormir en tu cama, te traeré tu bola de nuevo." "¡Qué tontería," pensó la princesa, "esta rana tonta está hablando!"